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Rosario.- Otra vez un fenómeno natural, la lluvia, desnudó la ciudad real. Miles de rosarinos, los castigados por el modelo neoliberal de los’90, los que “se queman en el infierno” como dice el compañero Emilio Pérsico, tuvieron que abandonar sus viviendas en busca de protección de una inundación, que -como ocurre cada vez que llueve más de lo normal- se carga las esperanzas de los que habitan en las barriadas más humildes de Rosario.
Desde el primer momento, los compañeros del Movimiento Evita nos pusimos a atender las necesidades que se multiplicaban desde cada margen de la ciudad.
La solidaridad fue el elemento aglutinante de los compañeros del frente territorial y de la JP Evita que estuvieron toda la semana recorriendo los barrios inundados y compartiendo las penas que “son de nosotros”, de nuestro pueblo. Se coordinaron acciones con la nación, la provincia y el municipio para asistir en las necesidades mas urgentes a miles de compañeros porque la necesidad de la hora era estar y resolver.
Esta misma solidaridad, este espíritu militante, este estar junto a nuestro pueblo, se repitió en cada una de las localidades de la provincia donde el Evita está presente.
En la ciudad, las tareas de organización de la emergencia estuvieron a cargo de las compañeras Alejandra Fedele, secretaria de Acción Social del Movimiento Evita por Trabajo y Dignidad, y Marina Magnani, responsable de la JP Evita territorial.
El esfuerzo de los compañeros logró resolver la mayoría de las emergencias que se nos presentaron, fundamentalmente evacuaciones, suministro de ropas y alimentos. También se expresó la solidaridad de los rosarinos que atestaron nuestro local central de ropas y calzados para entregar a los compañeros afectados por la lluvia.
Pero más allá de las acciones solidarias, quedó nuevamente demostrado – a pesar de las reiteradas negaciones y enojos de los funcionarios del socialismo popular- que las organizaciones sociales, las que estamos junto a nuestros compañeros organizando los barrios los 365 días del año y no cuando hay una elección, tenemos razón cuando decimos que hay “dos ciudades”, la de los bulevares a la que gustan de llamar la Barcelona de Argentina y la oculta, la de los barrios marginales, que se quema en el infierno de las carencias y la ineficiencia de los sucesivos gobiernos.
Quisiéramos no tener razón, lamentablemente aunque se enojen, la lluvia, como ayer fue el granizo, los llama a reflexionar sobre el modelo de ciudad que han construído. Si no lo hacen serán unos necios y como dice el proverbio: “El sabio puede sentarse en un hormiguero, pero sólo el necio se queda sentado en él”.